jueves, 25 de junio de 2015

Pelagio Luna: Inteligencia, Honestidad y Conducta


                Su nombre completo, Pelagio Baltasar Luna, nació el 6 de enero de 1867 en La Rioja, hijo de Domingo Luna Herrera, fundador de la Unión Cívica Radical en La Rioja. Desde muy pequeño asimiló los principios y los postulados del Partido. Sus primeros estudios los efectuó en la "Escuela de la Patria", y luego en el Colegio Nacional de esa ciudad, trasladándose después a Buenos Aires, donde se recibió de Doctor en Jurisprudencia el 24 de mayo de 1889, a los 22 años,

Regresó a su provincia en donde ejerció su profesión. Contrajo matrimonio en La Rioja, en 1904, con Neófita Bazán Correa Augier, distinguida dama que pertenecía a las más antiguas casas del interior del país.

                Durante más de veinte años, trabajó en su provincia donde se ganó el respeto y la admiración de todos por su incorruptible honestidad. Por su estudio, que en breve fue el más calificado de la provincia, pasaron asuntos de gran interés, interviniendo en causas de marcada magnitud, que le dieron gran renombre como hábil y digno abogado. En la magistratura fue Juez de primera Instancia en lo Civil Comercial y Criminal, Procurador Fiscal y Ministro del Superior Tribunal de Justicia. Colaboró además en la redacción del Código de Procedimientos de La Rioja y fue miembro de la Convención que en 1909 reformó la Constitución de La Rioja. Asimismo fue Presidente de la Comisión de límites entre su provincia, y las de San Juan y San Luís.

                Fue también profesor de literatura en el Colegio Nacional de su ciudad natal donde obtuvo el respeto y la consideración de sus alumnos, ejerciendo desde la cátedra una labor importante para el radicalismo puesto que muchos de ellos se incorporarían a las filas del partido debido a la admiración que Luna les generaba y también por los ideales que profesaba.

                Fue asesor jurídico ad honorem del Círculo Católico de Obreros, fundado por el sacerdote Vera Vallejo y luego se convirtió en vicepresidente primero de la Comisión Directiva de dicha corporación. Era un creyente fervoroso, practicante y comprometido con los más desvalidos.

                Como periodista, en 1901 fundó y dirigió durante 18 años "El Independiente", colaborando además en "La Prensa" y "El Argentino" de Buenos Aires. Participó del meeting del Jardín Florida en la Unión Cívica, actuó en la Revolución del Parque, formando parte del Comité Nacional en representación de su provincia. Al dividirse el Partido, se adhirió a la Unión Cívica Radical. Fue parte de la Convención Nacional de noviembre de 1892.

Fue un fogoso político y decidido defensor de los postulados radicales, era con todas las letras un Radical bien definido, de conciencia y de convicciones, practicaba lo que predicaba, era un ejemplo de militancia y conducta para los mas jóvenes en quien ellos se reflejaban, vivió y militó sosteniendo bien alto los principios del partido, no defeccionando nunca, ni aún en las mayores adversidades. Palabras de él mismo lo definen: "De rodillas para orar, pero de pie para luchar"

A sus cualidades como político y militante lo apoyaban también sus condiciones intelectuales y personales, era modesto y sincero, afectuoso y servicial. Luchó sin vacilaciones por el triunfo definitivo de la libertad y la justicia. A su modestia y su figura moral lo sostenían además su carácter y sus convicciones, no ha conocido las claudicaciones que envilecen, ni las cobardías que descalifican, tenia un real sentimiento patriótico, todo ello realzado por una palabra suave y persuasiva.

Sus actividades políticas continuaron en su provincia, organizando allí la Unión Cívica Radical, y siendo presidente de su Junta de Gobierno. Fue dos veces elegido diputado provincial, siendo rechazado su diploma por la Legislatura, debido a su condición de opositor. En 1912 fue candidato a diputado nacional, cargo que se negó a asumir por no estar de acuerdo con las prácticas electorales de la época y de tal manera se manifestaba en contra del sistema electoral que convalidaba el fraude del contubernio gobernante de aquella oligarquía conservadora. Fue, sin duda, el representante más genuino del radicalismo del interior del país, y figura protagonista en la creación de la Unión Cívica Radical.
 

Al año siguiente, en 1913, fue candidato a Gobernador por la Provincia de La Rioja, siendo derrotado por el doctor Tomás Vera Barros en una elección signada por el fraude, lo que lo obligó a lanzarse a la revolución contra las autoridades de la Provincia, con la premisa de que se interviniera la Provincia y se llamara a elecciones libres y se garantizara la transparencia del acto eleccionario, como resultado del fracaso de la revolución fue encarcelado durante un tiempo, junto a otros dirigentes y militantes radicales que habían participado del alzamiento.

Dos años después, su nombre era aclamado en la histórica convención del teatro Victoria como candidato —junto con Hipólito Yrigoyen— a la Vicepresidencia de la Nación: presentó su renuncia a ésta candidatura por solidaridad de principios con su compañero de fórmula: pero habiendo sido rechazadas las dos por sus correligionarios, hubo de aceptar el cargo, siendo en consecuencia elegido para ocupar la segunda magistratura del país en los comicios del 3 de abril de 1916. Con 372.810 votos, superando a las fórmulas del Partido Conservador (Ángel Rojas - Juan Eugenio Serú, 154.549 votos), del Partido Demócrata Progresista (Lisandro de la Torre - Alejandro Carbó, 140.443 votos) y del Partido Socialista (Juan B. Justo-Nicolás Repetto, 56.107 votos). De esta forma, la Unión Cívica radical llegaría por primera vez en su Historia al gobierno de la mano de la formula Hipólito Yrigoyen – Pelagio Luna.

Durante su gestión como presidente del Senado se creó la Biblioteca del Congreso Nacional de la que fue su primer presidente. Además supo llevar el cargo de Vicepresidente siendo un ejemplo de virtudes ciudadanas, llegó a armonizar los ideales más amplios y elevados con las manifestaciones más férreas de su energía moral; defendió y luchó por las libertades públicas, que con la fe y la seguridad de un visionario, supo conducir a la democracia argentina.

El historiador Félix Luna quién era su sobrino, manifestó en una entrevista acerca de la biografía de Pelagio Luna que: “Era de una vieja familia de La Rioja, que había participado en todos los acontecimientos de la provincia. Eran de armas llevar y muy políticos todos. Se puede decir que vivían para la política. El era un abogado muy bueno, que no ganó tanta plata como hubiera podido, precisamente por su obsesión por la política.

Hacía política desde tres lugares: primero desde su estudio, donde ayudaba a los amigos del interior con pequeños juicios solucionándoles problemas, legales; segundo, desde su cátedra del Colegio Nacional, donde enseñaba literatura y donde reclutaba jóvenes que después serían profesionales en La Rioja; y tercero desde su diario El Independiente, que fundó en 1904, y en donde daba cabida a la gente joven que quería entrar en la política”.

Prosigue el historiador diciendo acerca de su relación con Irigoyen que: “se convirtió en una pieza fundamental de Yrigoyen en el interior del país”… El Vicepresidente continuó con su leal adhesión al presidente hasta el final de sus días”

Falleció por una enfermedad crónica, reagravada súbitamente por el clima de Buenos Aires, que puso fin a su vida el 25 de junio de 1919, a los tres años de su elección y con 52 de edad. Fue el primer vicepresidente radical fallecido en el ejercicio de su cargo y velado en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, se rescata ante todo las cualidades de un prohombre comprometido hasta el fin con el bien de la patria, siendo una de las figuras mas importantes en lo que respecta a su austera modestia y su figura moral.

El presidente Yrigoyen, en el decreto de honores señaló que debe honrarse la memoria del esclarecido ciudadano, cuya consagración ejemplar al servicio de la Nación lo ha hecho acreedor a su mayor gratitud (25/6/1919).

                En su funeral, las palabras del Dr. Arturo de la Vega, dejan puesto de manifiesto la calidad que Pelagio Luna tenía como dirigente, como hombre y como ciudadano comprometido con los valores más elevados en pos del bien común: “Señores: el doctor Pelagio B. Luna no ha muerto. Vivirá eternamente en la memoria de todos los argentinos y también de los extranjeros, porque ha tiempo ya que su nombre ha sido grabado con signos indelebles en las páginas de oro del gran libro de la gratitud nacional, como uno de los benefactores más sacrificados por el progreso y bienestar de la patria, como uno de los propulsores más esforzados de las instituciones libres y como uno de los exponentes más elevados de la energía moral en la lucha incesante por el porvenir de las generaciones presentes y venideras.”

                Pelagio Luna es uno de los baluartes que los radicales de hoy debemos tomar como ejemplo para recuperar las bases doctrinarias y las conductas ético – morales, para reencauzar los destinos de nuestro histórico partido.



Pablo Eduardo Vázquez

 

lunes, 1 de junio de 2015

Pedro Carlos Molina



             Pedro Carlos Molina, nació en la estancia “El Salto”, provincia de Córdoba. Con respecto a su fecha de nacimiento, durante mucho tiempo se creyó que había nacido en 1855, hasta que el Historiador Fabián Tarquini en su libro "Simplemente Pedro C." donde recorre todos los aspectos de la vida del líder radical, allí transcribe el acta de bautismo por él hallada que da cuenta de que Pedro Molina fue bautizado el 26 de abril de 1855 a la edad de un año y medio, por lo que se descuenta que habría nacido en los últimos meses del año 1853, más precisamente en octubre.
                Fue el primero de siete hijos del matrimonio Pedro Nolasco de Molina y Maldonado y Petrona Camacho, él nacido en Córdoba y ella en Tucumán. El dirigente radical, especialmente en su lugar de nacimiento, era conocido como Pedro C., la razón era para diferenciarlo de su padre a quién se lo conocía como Don Pedro.
                Estudió en el colegio Monserrat, de Córdoba y se graduó en Derecho, con el título de Doctor en Leyes y Ciencias Sociales en 1880. En 1884 se casó con Ventura Barros Matheu, su esposa fallecería en 1902. Más tarde, Carlos Molina contraería matrimonio nuevamente, esta vez con Leocadia Ballesteros Barros, la que era la sobrina de su primera esposa. Molina no tuvo descendencia con ninguna de sus esposas, los hijos que tuvo con Ventura Barros Matheu murieron muy jóvenes.
                Molina, además de abogado, fue periodista y poeta. Comenzó su trabajo como periodista en 1885 en el diario El Eco de Córdoba, con fuerte tendencia con el catolicismo, además escribía para una revista de Francia. En 1890 compró a los doctores Sixto Arias Moreno y David Linares el diario La Libertad, periódico que utilizó para propagar sus ideas liberales y como herramienta para la acción política de la UCR, siendo este diario un claro elemento propagandístico para la Unión Cívica Radical. El perfil claramente opositor de este diario conllevó a que fuera clausurado cuatro años después de su inauguración por el gobierno provincial, retornando posteriormente su publicación. Hacia 1912, el director de La Libertad era su hermano Abraham, también radical de gran relevancia en la provincia y firme defensor de los postulados del radicalismo, el diario desaparecería finalmente en 1914.
Fundadores de la Unión Cívica Radical
                Pedro Molina es injustamente olvidado por los libros de historia, Es muy poco lo que se escribió sobre él, si se tiene en cuenta lo que significó en la vida política nacional, tal vez esto sea porque su figura quedó opacada por la de Hipólito Yrigoyen. No ejerció cargos públicos, pero sí partidarios. Mitrista en un comienzo, en Córdoba, fue uno de los fundadores de la Unión Cívica, ocupando el cargo de Vicepresidente de la Comisión Directiva local constituida el 15 de mayo de 1890, ya en 1891 pasó a ser su presidente. También fue uno de los líderes de la revolución en Córdoba que estalló en esa provincia el 21 de mayo.
                Fue uno de los fundadores de la Unión Cívica Radical, y miembro de la primera Convención Nacional en 1891. Luego de la derrota de la Revolución radical de 1893 y con el fallecimiento de Leandro Alem, la UCR quedo casi extinguida, por esos tiempos, Pedro participó junto a Elpidio González en el Partido Republicano liderado por Emilio Mitre a nivel nacional, fuerza política que pretendió representar el espacio opositor al roquismo. En 1903 cuando el radicalismo se reorganizaba en torno al liderazgo de Hipólito Yrigoyen, Pedro fue convocado junto a Elpidio por el Doctor Gallo a través de una carta en la que lo calificaba como uno de los “correligionarios más importantes de la República”. En 1903, Pedro Molina fue elegido presidente del Comité Nacional de la UCR. En 1905 fue elegido para ocupar la Presidencia provisional de la Nación en el caso de que la revolución radical fuera triunfante. Ante el fracaso de la Revolución Radical se asiló en Montevideo.
                Al poco tiempo regresó de Uruguay para dedicarse exclusivamente a las actividades agrícolas en sus propiedades, y recomponer una fortuna personal que había sido afectada por solventar los gastos de la Revolución. En 1909 renunció a su cargo de presidente honorario del Comité Central de la Provincia de Córdoba, hecho que derivó en el intercambio epistolar con Hipólito Yrigoyen. Este abogado y doctor en jurisprudencia mantuvo una respetuosa polémica con el doctor Yrigoyen que marcó el rumbo definitivo, popular y progresista de la Unión Cívica Radical. Los argumentos centrales que esgrimió Molina para explicar su renuncia fueron que la UCR habría abandonado su programa liberal político y económico y que los “personalismos” habían viciado la disciplina partidaria. Lo cierto es que desde 1909 y hasta su muerte, dejó de participar activamente en la política.
                Sin embargo, su influencia dentro de la UCR cordobesa siguió siendo notable, en marzo de 1912, en la Convención partidaria provincial constituida para elegir los candidatos a Diputados Nacionales, resultó elegido molina sin siquiera participar en dicha Convención, Elpidio González encabezó la diligencia de ir a su casa a solicitarle que aceptara la nominación. Fue el único de entre los candidatos presentados por la UCR que resultó electo, cargo al cual renunció sin llegar a asumir. Pero además, a fines del mismo año su nombre era uno de los que resonaba con fuerza como posible postulante a Gobernador, propuesta que el propio Molina declinó.
                A fines de 1913, regresó a la política al adherirse al Partido Radical Principista, liderado por su hermano Abraham. Sin embargo, su rol en el partido “molinista”, como era llamado fue el de un referente doctrinario más que el de un líder político. El líder activo del partido, que para 1916 había dejado de existir fue su hermano Abraham.
                Respecto de su pensamiento político, construyó su ideario fundado en el respeto y la defensa de la justicia, la libertad y el derecho. Fue un activista de las libertades y derechos individuales, por eso se lo recuerda como un liberal, participó en dos revoluciones políticas, aunque no era muy partidario de la lucha armada, aunque el mismo financió las campañas revolucionarias del radicalismo.
                Dudaba que  la instauración del sufragio universal y la existencia de comicios transparentes mejoraran la vida política argentina con respecto de la República Oligárquica. Molina pensaba, que el progreso moral de la sociedad política y la educación cívica y ciudadana del pueblo era una necesidad anterior a la instauración del sufragio libre. “Creo, como los disidentes, que la misión de los partidos políticos está en la lucha por la defensa de su credo en el comicio… cuando está abierto, y cuando no lo está, como ahora, en la cátedra, en la prensa, en la tribuna, en la escuela misma, enseñando a las generaciones y a los pueblos el cumplimiento de sus deberes cívicos, redimiéndoles de su ignorancia, transformándolos de instrumentos de las comanditas oficiales, en seres libres, conscientes y útiles para las sociedades de que forman parte”.
                Fue un férreo defensor del liberalismo político y económico desde su juventud. Su propuesta coincidió plenamente con la de su amigo Leandro N. Alem. Para estos dos personajes, el “deber histórico” del radicalismo consistía en maximizar el disfrute de la “libertad”, que entendían debía ser tanto económica como política. Su programa político comprendía propuestas tales como el divorcio vincular y la separación de la Iglesia y el Estado, como así también terminar con los privilegios de  un estado oligárquico.
                Tal vez la acción más importante de Molina sea la fundación de la ciudad de Almafuerte. En 1663, el gobernador de Córdoba Lucas de Figueroa y Mendoza le concedió tierras por la destacada actuación en la conquista al capitán Alonso de Molina Navarrete y Zorrita, por lo que puede afirmarse que la familia del fundador ya había echado raíces en estas tierras a fines del siglo XVI. Molina era dueño de la estancia “La Ventura”, también de su vecina “Monte Grande”, en donde está hoy el barrio de ese nombre en Río Tercero. Otra fue “La Merced”.
                El doctor Pedro Carlos Molina, planificó todo en torno a las tierras pertenecientes a su estancia "La Ventura", ubicada en las proximidades de la costa del lago. Demarcó las calles, las avenidas, cada una de las plazas, parques, el lugar de los edificios públicos, el centro cívico, la escuela y la iglesia, todo como veía en la ciudad de La Plata. Fue tanta la visión del fundador que cuando se pusieron en venta los primeros lotes, cada parcela ya contaba con su conexión de agua corriente. Aquel incipiente pueblo resultaba también atractivo por las posibilidades de trabajo que ofrecía el obrador del dique de Embalse, ya que los materiales llegaban por tren hasta Almafuerte. Molina sabía también que el agua era un factor importante para el desarrollo del pueblo. Fue por eso que entre 1880 y 1890 construyó un dique para llevar agua a los campos a través de un canal que atraviesa cerros a lo largo de 12 kilómetros, una verdadera obra de ingeniería que hizo y que concluiría con la fundación del pueblo de Almafuerte el 12 de septiembre de 1912, día en que fueron aprobados los planos que presentó. La ciudad de Almafuerte fue el resultado de la tenacidad de un hombre que no resignó su idea de fundar un pueblo próspero.

                Entre las obras que realizó El Doctor Molina en sus tierras, además de la fundación del pueblo de Almafuerte, también encontramos un dique; un extenso túnel que atraviesa varios cerros; un acueducto sobre un arroyo y cinco canales que sumados recorren como una gran mano 25 kilómetros. Hoy, todavía genera vida para las quintas que rodean a Almafuerte. La obra se inició en 1886, con el objetivo de retener el agua del río Ctalamochita (Tercero) y llevarla en canales para regar los viñedos y frutales que Molina tenía en su estancia. “Molina quería encontrar la manera de mejorar sus campos y construyó un dique sobre el río, cuando no existía ningún embalse”.
                Al fallecer el Dr. Molina el 1° de junio de 1920, a los 65 años, pese a que se trataba de un ciudadano particular, el presidente Hipólito Yrigoyen, personalidad gigantesca, rompiendo todo protocolo burocrático, le decretó honores a Pedro C. Molina por los grandes y desinteresados servicios prestados a la Nación Argentina.

Pablo Eduardo Vázquez